1. Educarnos. Entender los principios financieros básicos es primordial para aprender a manejar nuestros estímulos y poner freno a los sesgos cognitivos que empañan nuestras decisiones económicas. Cuando sabemos identificar e interpretar las consecuencias de nuestros movimientos financieros, estamos en mayor capacidad de saber lo que puede o no perjudicarnos, para tomar así mejores decisiones.
2. Mantener siempre la calma. Respetar los plazos de inversión previamente establecidos es fundamental para controlar la incertidumbre. Cuando nos anticipamos y actuamos por el miedo a soportar pérdidas ante la caída de los mercados, corremos el riesgo de no poder beneficiarnos de la remontada posterior. En este sentido, determinar unas expectativas acordes a la realidad es vital para no decepcionarnos en vano.
3. No imitar lo que otros hacen. Desde el punto de vista psicológico, a esto se le conoce como el sesgo del arrastre. Cuando los riesgos de invertir nublan nuestra capacidad de tomar decisiones, optamos por seguir corrientes e imitar las decisiones de otros. ¡Un grave error! Ante el pánico e incertidumbre, en lugar de modificar nuestras perspectivas de inversión a largo plazo, lo que deberíamos hacer es mantener la calma y analizar la situación detenidamente. Si no contamos con el conocimiento necesario, lo más apropiado es acudir a nuestro asesor financiero.
4. Contar con asesoramiento financiero. Diseñar un objetivo de inversión coherente, crear las expectativas correctas para sus clientes o identificar inversiones de bajo riesgo son las responsabilidades de un asesor financiero, quien además ayuda al inversor a formarse en la materia.
5. Aprender a controlar el optimismo. En el ámbito de las inversiones, tener una visión demasiado optimista respecto a tus posibilidades de rentabilidad también puede ser peligroso y arriesgado. El exceso de confianza puede hacer que creas que tienes menos posibilidades de equivocarte o de que las cosas vayan mal.
6. No te sobreexpongas a la información. La sobrecarga de información puede hacer que tomes decisiones por impulso. La confusión y los movimientos equivocados también llegan cuando recibimos demasiados estímulos a través de los medios de comunicación o de las redes sociales. Mantenerlos al margen y saber seleccionar es imprescindible para pisar el freno a la hora de invertir y hacerlo inteligentemente.
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