La mente dual del inversor: cuando intuición y razón se mezclan en la toma de decisiones.

22/10/2021
La mente dual del inversor

Kahnemann habla de "dos mentes" para describir la forma en que las personas toman decisiones. Por un lado, está la mente "intuitiva", que forma juicios rápidos con gran facilidad y de forma inconsciente. Por ejemplo, cuando tenemos una llamada perdida de un amigo y nos da la “corazonada” de que pasa algo malo. Y por otro, tenemos una mente “reflexiva”, que es lenta, analítica y requiere un esfuerzo consciente. Por ejemplo, los asesores financieros involucran esta mente cuando se sientan con un cliente y calculan un nivel de ahorro en el momento de la jubilación basado en su perfil de riesgo, circunstancias actuales y metas futuras. 

De acuerdo con los hallazgos de Kahnemann, la mayoría de las decisiones que toma la gente son producto de la mente intuitiva y, por lo general, la mente reflexiva las acepta como válidas, a menos que sean claramente erróneas. De hecho, los juicios intuitivos también tienden a tomarse con mayor confianza, otro factor que hace que sea difícil anularlos. Y si bien es cierto que muchas de esas intuiciones son correctas, son los errores de la mente intuitiva, junto con los fallos de la mente reflexiva, los que interesan a los académicos de las finanzas conductuales y tienen implicaciones prácticas para la inversión financiera. 

Un buen ejemplo de cómo funciona la mente intuitiva y de cómo a veces lleva a uno por mal camino son las ilusiones ópticas, que nos hacen ver lo que no existe, incluso aunque sepamos que no es verdad. Precisamente, una de las ideas que le valió a Kahneman el Nobel es que los seres humanos a veces somos tan susceptibles a las “ilusiones cognitivas” como lo somos a las ilusiones ópticas. 

Estas ilusiones, también conocidas como sesgos, son el resultado del uso de atajos mentales. Por ejemplo, se supone que las personas tomamos decisiones basadas en la lógica y el fondo de las transacciones, no en su descripción. Y, sin embargo, si nos hacen elegir entre un embutido que es "en un noventa por ciento libre de grasa" y otro que "contiene un diez por ciento de grasa", elegimos abrumadoramente la primera opción. Los dos son idénticos, por supuesto, pero la gente responde automáticamente de forma negativa a "que contiene grasa" y positivamente a "sin grasa", y eligen en consecuencia. Este efecto omnipresente y poderoso, producto de la mente intuitiva, se denomina "encuadre". 

Vemos, entonces, que la intuición es una fuerza poderosa. Y la gente suele depositar mucha fe en ella. El descubrimiento de Kahneman de que, en determinadas circunstancias, la intuición puede conducir sistemáticamente a decisiones y juicios incorrectos, cambió la comprensión de los psicólogos sobre la toma de decisiones y, en última instancia, también la de los economistas. Y es que el behavioural finance ha demostrado que no somos tan lógicos como podríamos pensar, nos preocupamos por los demás y no somos tan disciplinados como quisiéramos. 

En el centro de muchas de estas intuiciones poderosas pero erróneas se encuentra la respuesta hipernegativa de las personas a una pérdida potencial. Psicológicamente hablando, el dolor de perder 100 euros es aproximadamente el doble que el placer de ganar la misma cantidad. La aversión a las pérdidas es una parte fundamental del ser humano e incluso se observa también en el comportamiento de otras especies. Y es que los psicólogos especulan con que este miedo tiene sentido en términos de evol

Cualquiera que sea su origen, la aversión a las pérdidas afecta muchas de nuestras decisiones, incluidas las financieras. Por ejemplo, la gente tiende a aferrarse a acciones que les generan pérdidas durante demasiado tiempo, porque al venderlas llega el momento de asumir esa pérdida. Por otro lado, la gente suele vender acciones ganadoras demasiado pronto, porque se produce un efecto ganancia que nos da placer. El error que la gente comete aquí es de contabilidad mental: en lugar de mirar su cartera como un todo, miran cada acción por separado y toman decisiones basadas en estas realidades percibidas de forma individual.

La aversión a las pérdidas también hace que las personas sean reacias a establecer cambios, porque se concentran más en lo que podrían perder que en lo que podrían ganar. Esto se llama “inercia” o el sesgo del statu quo. Observamos esa inercia por ejemplo cuando las personas saben que deben hacer ciertas cosas que son buenas para ellas (ahorrar para la jubilación, comer sano o hacer ejercicio), pero encuentran difícil hacerlo hoy. La procrastinación y la falta de autocontrol gobiernan el día.  

Por todo esto, tiene sentido establecer un compromiso de ahorro y dejar la gestión de las inversiones en manos de profesionales, identificando alguna solución de inversión que esté en línea con nuestro perfil de inversor y nuestros objetivos de largo plazo.

"Hacemos juicios intuitivos todo el tiempo", dice Nicholas Barberis, investigador de finanzas conductuales en la Escuela de Administración de Yale, "pero es muy difícil para nosotros saber cuáles son correctos y cuáles no", concluye. Eso sí, la información es poder y las personas pueden aprovechar estos conocimientos para ayudarse a sí mismos a tomar mejores decisiones. Algo que, en última instancia, les debe conducir a mejores resultados financieros. 

 

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