Una empresa que cotiza en bolsa es sinónimo de solvencia, transparencia y prestigio. De hecho, la propia admisión a Bolsa es ya un indicador de la capacidad que tiene la empresa para generar beneficios económicos, pues significa que tiene un nivel de organización y un sistema eficientes. Esto atrae a potenciales inversores, que se ven tentados por las posibilidades de negocio, lo que incrementa la competitividad de la empresa.
Otra ventaja es que las empresas que salen a bolsa por primera vez, reciben una cuota de publicidad y presencia en los medios muy por encima del resto de empresas, sobre todo en lo que se refiere a la prensa financiera especializada. Esta presencia en prensa debería ser capitalizada por la propia empresa, concretando y afianzando las relaciones externas de la compañía, reforzando su campaña de marketing y refrescando las formas de hacer de su éxito su mayor publicidad.
Sin embargo, salir a bolsa también tiene sus riesgos. Una demanda débil de títulos o cambios drásticos en el mercado pueden interrumpir la cotización, y una salida frustrada puede afectar la imagen de la sociedad. Cabe destacar que cualquier sociedad anónima, en principio, puede distribuir sus acciones entre el público, siempre que solicite su admisión a negociación en bolsa.